lunes, 30 de noviembre de 2009

Claudia.


Al parecer Claudia no es más que el simple recuerdo de una vida pasada mejor, una vida pasada feliz, con shorts de color azul y zapatos ortopédicos. Hoy cuando salió a clase de Fisiología me pregunté si en verdad existía, o existió, en algún momento del Bertha. Tal vez sí, tal vez no. Sólo recuerdo que mi madre le compraba aretitos o pulseras de plata cuando íbamos de vacaciones a Taxco.

Era una Claudia sencilla, de vida simple como la mía, de zapatos inolvidables y la típica trencita. De facciones infantiles poco agraciadas como las mías. De esas Claudias que ven hacia el cielo, o a la nada, y sonríen, esa sonrisa simple... como la mía.

Mirábamos con indiferencia los gritos y las críticas infantiles y absurdas prematuras. Los reclamos y las banalidades las veíamos pasar sin que nos tocaran, pasaban, sólo pasaban y no pasaba nada. Preguntábamos que qué era eso y nos contestaban que la Ouija, preguntábamos que para qué era y nos decían que para hablar con el diablo; nos dábamos la vuelta y sin pensar en los portales endemoniados nos íbamos a ver cómo Diego se caía del árbol, o cómo eran atacados los niños castrosos por las abejas indignadas ante la destrucción de su casa, familia y críos. Eso también pasaba, pasaba nada más, y tampoco pasaba nada.

Así era nuestra vida simple, sencilla... llegaba a decirle a mi madre que Sebastián había llorado porque Dafne (su hermana con quien compartiera hasta el útero) le había dicho que no lo quería. Y que además, el cabello de Dafne siempre olía a cigarro. Mamá decía una frase o dos y pasaba, todo pasaba, y no pasaba nada...

Llegaba a casa y hacía mi tarea, dos o tres garabatos, pintar números o letras, o que Anita lava la tina. Jugar con el buen Max, mi ahora anciano perro (quizás muerto), sentarse en la terraza y ver las nubes pasar, y pasar... y no pasaba nada.

Ahora que nada pasa, que todo se queda y deja huella. Ahora que el no pasa nada es de pensarse tres veces, ahora que cuesta trabajo ver que las cosas son más simples de lo que nos interesa saber, ahora que me detengo a ver las nubes pasar arrastradas por el viento, y de paso también acaricia las ramas de los árboles y las hace bailar, noto que es tarde ya... Me pregunto si Claudia alguna vez volverá.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Crimen y Castigo. (Fragmento)








"Ahora bien, soñaba que iba con su padre por el camino que conducía al camposanto y pasaban frente a la taberna; tomado de la mano del padre, miraba con terror hacia el antro. Un detalle singular llamaba su atención: se estaba realizando una verdadera saturnal; había toda una colección de pequeñosburgueses endomingados, mujeres del pueblo con sus maridos y multitud de individuos de bajo fondo. Todos estaban ebrios y cantaban con voces aguardentosas. Frente a la entrada de la taberna había una carreta, uno de esos enormes vehículos a los que de ordinario se enganchan fuertes caballos de tiro para el transporte de mercaderías y toneles de vino. Siempre le gustaba contemplar esos poderosos animales, de largas crines y patas robustas, que marchaban apaciblemente con paso rítmico, arrastrando carretas cuya carga hacíales asemejarse a montañas, sin demostrar la menor fatiga, como si esos fardos fueran para ellos un alivio en lugar de un enorme peso.
Pero, cosa extraña, a ese vehículo estaba atada una escuálida yegua, uno de esos lamentables rocines que arrastran penosamente cargamentos de madera o de heno por caminos intransitables en los que las ruedas de hunden hasta el eje, y que los campesinos castigan sin piedad a latigazos en el hocico y hasta en los ojos, con tal crueldad que daban ganas de llorar al niño y que hacía que su madre lo alejara de la ventana. De pronto se escuchó un gran alboroto: varios robustos mujiks salieron de la taberna gritando, cantando y tocando la balalaika, borrachos perdidos. Llevaban camisas rojas o azules, y la blusa sobre el hombro.
-Suban, suban todos -gritó uno de ellos, un campesino coloradote y con cuello de toro-. Yo los llevo a todos, suban.
Los demás acogieron sus palabras con risas y exclamaciones.
-¿Con esta yegua tísica quieres llevarnos?
-¡Eh, Mikolka! ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre atar este bicho tan chico a una carreta tan grande?
-¡A fe mía que esta bestia debe tener veinte años, por lo menos!
-¡Suban todos; yo llevaré a todo el mundo! -gritó de nuevo Mikolka y subió de un salto, apoderose de las riendas y se iguió cuan alto era.
-Matvei se llevó el caballo bayo -agregó-, y esta yegua infame es para mí una verdadera plaga. Creo que lo mejor sería matarla; no vale lo que come. ¡Vamos, suban! ¡Van a ver cómo la hago galopar!
Empuñó el látigo con fuerza, como si saboreara de antemano la voluptuosidad de castigar al pobre animal.
-¡Bueno, subamos! -dijo alguien del grupo-. Ya lo han oído. ¡Dice que esta yegua va a galopar!
-¡Pero si debe hacer más de seis años que no corre!
-Ahora va a correr...
-¡No le tengan lástima, amigos! Que cada uno agarre un palo y se disponga a usarlo...
-¡Vamos a golpear sin asco!


-Fedor M. Dostoievski.


domingo, 22 de noviembre de 2009

Señor Tejón.


Si las prioridades de la vida no son las prioridades del momento, y las del momento no son precisamente las de la vida, qué puedo decir mi vida, te he querido, tal vez, toda la vida. O quién sabe, tal vez no. Muy probablemente no.

Es fácil hacerse el desentendido, aunque nunca se me ha dado tampoco. Era una preadolescente de 3 años cuando mi hermano nació, y yo quería que se llamara Pepe. Si nuestra perra paría perritos (tal vez suene muy redundante, pero uno ya no sabe) quería que se llamaran Pepe, pero más quería que se llamara así mi hermano. Mi mamá nunca quiso, y les caía en gracia que quisiera que se llamara Pepe. Quién sabe qué fue de Pepe, era joven al igual que yo, mismo Kínder y todo, nuestras madres eran amigas así que iban a visitarnos o nosotros a ellos y jugaba felizmente con Pepe. Era un niño desproporcionado, aunque qué niño de 3 lo es, tenía una cabeza grande y el cuerpo pequeñito, su nombre real era José Alberto. Les digo que jugábamos en su o mi casa, éramos parte del mismo grupo de preprimaria, fuimos del mismo grupo con la maestra Silvia y le dábamos nuestros sándwiches a los tejones, que bajaban de los tejados por las palmeras, cuando no queríamos comer lo que nos mandaban nuestras respectivas madres, o nada mas para ver a los tejones bajar. Recuerdo que había una historia que jamás supe si era cierta o no: una niña le dio su sándwich al tejón y el ingrato, utilizando sus enormes garras, le soltó un zarpazo en la cara. Tal vez sólo era cuento para que no alimentáramos a los tejones, o quizás sí hubo niña arañada, quién sabe, pero, ahora que lo pienso... ¡¿por qué había tejones?!

El punto es que nunca fui consciente de si me gustaba Pepe o no, éramos amiguitos de siempre, de hecho la mayoría de mi tiempo lo invertía en otra gente, como en los zapatos ortopédicos de Claudia, entonces yo no entiendo por qué quería que mi hermano se llamara Pepe.

Hay veces en las que sin darnos cuenta ya nos estamos haciendo los desentendidos cuando un par de palabras, por simples o superfluas que sean, nos hacen sonreír estúpidamente o quizás hasta nos ruborizan, y te dices "¡Hey, tranquilo muchacho!" y sacudes ligeramente la cabeza tratando de que así se vaya el pensamiento endemoniado de que tal vez haya alguien enamorado. Puede ser el caso de muchos, en cambio yo, cuando un par de palabras simples o superfluas logran hacerme sonreír estúpidamente me limito a reír malévolamente.



And now, Paco smiles. y no Pepe.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Usdii.

Son como las 10 y algo, siento los ojos secos, podría ponerme mis gotitas lubricantes de ojos pero no quiero levantarme y perderme de esta incomodidad que brinda la silla que me soporta, pobre, no le queda de otra.

Casi me terminaba el café de mi taza feliz y me pregunté "¿Lista?", y claro que soy lista, bueno, no mucho, si de la clase de astucia mañosa se trata porque no se me da mucho. Copiar en exámenes nunca se me ha dado, y no por ese golpe del actuar conforme al deber ser que se me ha ido encajando en las ideas como un poema de Benedetti, o peor como una canción de Nacho Vegas, recientemente, si no porque no sé cómo se hace, carezco de la técnica; o como el juego de manos necesario para cambiar el papelito del tema que te tocó del que también carezco, o como el mentirle a tu madre para conseguir permisos o misericordia que tampoco se me da. Pero, cambiando de concepto, sí, estaba lista. Mi libro de fisiología estaba justo frente a mi con plena disposición a ser leido. Había estado leyendo blogcitos, y me dije "hace mucho que no escribo", sí estaba lista para empezar a leer, pero estaba. Hay prioridades en esta vida, pero las prioridades de la vida no son las prioridades del momento, por eso mismo hoy, siendo pasadas las diez y algo de hace un rato, con la canción de "You are my sunshine" recorriendo un maratón por mi corteza, declaro que estoy lista para estudiar después de haber escrito algo.

:D




The other night dear, as I lay sleeping
I dreamed I held you in my arms
But when I awoke, dear, I was mistaken
So I hung my head and I cried.

You are my sunshine, my only sunshine
You make me happy when skies are gray
You'll never know dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away

I'll always love you and make you happy,
If you will only say the same.
But if you leave me and love another,
You'll regret it all some day:

You are my sunshine, my only sunshine
You make me happy when skies are gray
You'll never know dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away

You told me once, dear, you really loved me
And no one else could come between.
But not you've left me and love another;
You have shattered all of my dreams:

You are my sunshine, my only sunshine
You make me happy when skies are gray
You'll never know dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away

In all my dreams, dear, you seem to leave me
When I awake my poor heart pains.
So when you come back and make me happy
I'll forgive you dear, I'll take all the blame.

You are my sunshine, my only sunshine
You make me happy when skies are gray
You'll never know dear, how much I love you
Please don't take my sunshine away