viernes, 8 de julio de 2011

Lo que me gusta de leer es encontrarme en lo que leo.
Y miren que...
lean esto.
 
Pueden encontrar a José Jardinero en Tuíter @JoséJardinero
y este texto está publicado en su blog: http://josejardinero.blogspot.com/
 
 
Otra versión de la espera.
-José Jardinero
 
Un trago.

Suspiro. Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás. Silencio. Le di otro trago. ¿Vas a venir? ¿A qué hora llegas? Se abre la ventana.

Me descubrí esperándote en medio del desierto, sentado en mi silla sin saber exactamente si llegarías o no. No había nada alrededor, sólo el horizonte. Caían unas pobres gotas de lluvia, y eran tan pocas que no estaba seguro si llamarlas lluvia. Aunque por alguna razón las sentía tan adentro que por un momento creí que el desierto era yo. Sé que alguien pasó por aquí antes. Tengo el vago recuerdo que esa persona está enterrada aquí abajo. Quizá las patas de la silla la estén molestando en alguno de sus huesos. También sé que a esa persona la enterré yo, con arena y recuerdos inventados, con restos de insectos que crujen si me balanceo sobre mi silla, con fragmentos de viento que se mezclan con esos crujidos y se convierten en música eterna.

Maldito horizonte, está por todos lados.

Siento que mi luz se apaga, lo siento hasta en las uñas, hasta en la mugre que tengo bajo ellas. También lo siento porque ya no tengo pies. Un día los enterré en la arena y decidí regalárselos al desierto. Lo sé, el resto de mi cuerpo se irá desprendiendo poco a poco si no llegas, si sigue pasando el tiempo a escondidas, disfrazado de arena. Estoy perdiendo la cabeza. O tal vez no es perderla si yo mismo la aventé hacia atrás, para no ver dónde caía. Y pensar sin cabeza se vuelve cada vez más complicado. También recordé que olvidé una mano entre tus piernas, así que solo me queda una. Me la voy a quitar y también la voy a aventar lejos, a ver si de regreso trae algo, a ver si de regreso viene tomada de tu mano, a ver si te trae a ti. La que dejé en tus piernas no la muevas, esa ya no me pertenece. Curioso, cada vez me siento más de arena y menos de piel. Ahora quiero recuperar mi cabeza, pero jamás sabré dónde buscar, o quién sabe, tal vez viendo tu ombligo la encuentre.

No sé si me estoy volviendo desierto o el desierto se está volviendo yo.

Estoy tan débil que creo que el viento me va a deshacer. No podrá conmigo, no podrá con lo poco que soy, no podrá con mi soledad en medio del desierto, no podrá con mi brazo izquierdo, el que me queda. Volteo abajo y veo el brazo derecho, fundiéndose con el suelo caliente bajo la silla y sus patas que hierven, volviéndose también desierto, igual que todo lo demás. ¿A qué hora llegas? ¿Vas a venir? Soy un pedazo de pecho abandonado, no puedo creer que te siga esperando. Aunque ahora que soy desierto no es necesario que llegues, no podría explicártelo pero no me reconocerás, ya no soy yo.

Ahora que soy de arena me dedicaré a contar historias sobre tiempo.

El ruido de la ventana cerrándose me hizo volver a la habitación. Creo haber visto tu silueta acercándose. Beso. Tus labios húmedos hicieron que mi cuerpo se ensamblara de nuevo. Abrí mis ojos, guardé silencio. Me besaste de nuevo. Te estaba esperando. Qué bueno que llegaste, hace unos momentos fui desierto.

¿Un trago?

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