miércoles, 30 de septiembre de 2009

Soy mi cuerpo.


Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado.
Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.

Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío.
Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.

Quiero dormir un mes, un año, dormirme.
Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo.
Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.

Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.


-Jaime Sabines.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Para mis septiembres y los de los demás.


[...]
cuidado que me estoy despertando
yo compatriota de ocho años
comienzo a joderme desde infante
a consolarme como si vivir mereciera consuelo

sé que estoy lleno de parientes
de primos segundos
padres equidistantes
grandes trinchantes y roperos
y cómodas sillas con abuelos
monopatines
hermanita
etcétera

tengo en la mano un naipesueño
no está mal pero sobre todo no está bien
debo acostumbrarme de una vez por todas al vacío
y asimismo a la desbordante plenitud

cuidado mundo gente cosas cuidadito
que me estoy despertando
los hermosos tucanes se balancean aún
pero en su inminente desequilibrio
ya no me miran con su ojo lateral y admonitorio

yo compatriota de ocho años
traigo una serie completa de intenciones
que incluye las celestiales y las aviesas
un estuche de intenciones
que todavía no he abierto
porque entiéndanme apenas tengo ocho años
y eso significa caramelos de mentabochones
de colores en maraña
gaudeamus varios de dulce de leche
y maestras de guardapolvo blanco
de las que estoy condenado a enamorarme
nada más que para no defraudar a freud
un baúl de propósitos que aún desconozco
pero que están seguramente en mí
como la pupila el bazo la vejiga

justamente me estoy despertando
y tengo tantas ganas de orinar
como en cualquier día que no sea mi cumpleaños

hola digo con la voz de ayer
corregida por el moho de hoy
que los cumplas muy feliz dice mamá flamenco
poniendo en la sonrisa toda su elegancia
queno es mucha
por qué será que el cariño se rodea de fluoresencias
sin embargo hay que admitir que estos besos me hacen justicia
tiernos y discontinuos besos con gusto a tanjarina
en cierto modo me siento como un precoz profesional de la dicha
aprovechate osvaldo
que el rencor se acerca como un oleaje
la tristeza como una nube de mejillas negras
la hipocresía como una campana venenosa
la soledad como la soledad
y basta.




Feliz cumpleaños.



-Mario Benedetti.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Mucho gusto.


Se habían encontrado en la barra de un bar, cada uno frente a una jarra de cerveza, y habían empezado a conversar al principio, como es lo normal, sobre el tiempo y la crisis, luego, de temas varios, y no siempre racionalmente encadenados. Al parecer, el flaco era escritor, el otro, un señor cualquiera. No bien supo que el flaco era literato, el señor cualquiera, empezó a elogiar la condición de artista, eso que llamaba el sencillo privilegio de poder escribir.
- No crea que es algo tan estupendo -dijo el Flaco-, también hay momentos de profundo desamparo en lo que se llega a la conclusión de que todo lo que se ha escrito es una basura; probablemente no lo sea, pero uno así lo cree. Sin ir más lejos, no hace mucho, junté todos mis inéditos, o sea un trabajo de varios años, llamé a mi mejor y le dije: Mira, esto no sirve, pero comprenderás que para mi es demasiado doloroso destruirlo, así que hazme un favor; quémalos; júrame que lo vas a quemar y me lo juró.
El señor cualquiera quedó muy impresionado ante aquel gesto autocrítico, pero no se atrevió a hacer ningún comentario. Tras un buen rato de silencio, se rascó la nuca y empinó la jarra de cerveza.
- Oiga, don -dijo sin pestañear-, hace rato que hemos hablado y ni siquiera nos hemos presentado, mi nombre es Ernesto Chavez, viajante de comercio y le tendío la mano.
- Mucho gusto -dijo el otro, oprimiéndola con sus dedos huesudos-, Franz Kafka para servirle.

-Mario Benedetti.

domingo, 13 de septiembre de 2009




La famosa Helen Gwynn, al salir cierto día de una casa donde había realizado una breve visita, y al disponerse a subir a su coche, vio congregado en torno al vehículo un grupo de gente, y a su lacayo todo ensangrentado y sucio. Al preguntarle Helen a qué se debía el estado en que se encontraba, el criado repuso:

―He estado luchando, señora, con un villano deslenguado que ha dicho que la señora era una ramera.

―¡Qué estúpido eres! ―respondió Mrs. Gwynn―. Por ese motivo tendrás que pelearte todos los días de tu vida, pues todo el mundo sabe que lo soy.

―¿Que lo saben? ―murmuró el hombre entre dientes, luego de haber cerrado la puerta del coche―. Muy bien, pero a pesar de ello yo no permitiré que nadie me llame el criado de una ramera.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Pausa



De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa

y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.


-Mario Benedetti.

miércoles, 2 de septiembre de 2009





"Yo no sé, mirá, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós."

-El aplastamiento de las gotas, Julio Cortázar.