domingo, 13 de septiembre de 2009




La famosa Helen Gwynn, al salir cierto día de una casa donde había realizado una breve visita, y al disponerse a subir a su coche, vio congregado en torno al vehículo un grupo de gente, y a su lacayo todo ensangrentado y sucio. Al preguntarle Helen a qué se debía el estado en que se encontraba, el criado repuso:

―He estado luchando, señora, con un villano deslenguado que ha dicho que la señora era una ramera.

―¡Qué estúpido eres! ―respondió Mrs. Gwynn―. Por ese motivo tendrás que pelearte todos los días de tu vida, pues todo el mundo sabe que lo soy.

―¿Que lo saben? ―murmuró el hombre entre dientes, luego de haber cerrado la puerta del coche―. Muy bien, pero a pesar de ello yo no permitiré que nadie me llame el criado de una ramera.

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