Siempre resulta en una ternura casi cómica el encontrarse con una de esas historias que hablan de cómo la vida misma de pronto se ve manejada por coincidencias a las que atribuimos poderes cósmicos impresionantes; las creemos señales divinas que vienen a darnos una oportunidad nueva de remendar lo que rasgamos, de suturar las heridas que hicimos o que nosotros mismos cargamos, heridas que algún(o) malparido nos dejó.
También me he puesto a pensar que en tiempos varios he sido de ese grupo de personas cursis y soñadoras que piensan que las coincidencias no existen. ¡Pero, por Jebús y sus secuaces, claro que existen! Lo que está más difícil de creer es que Alá le haya preparado el camino al profeta Isaías para que anotara el número de teléfono de la chica con la que compartía, por coincidir de días de pagos, metros cuadrados. Alá no es tan picarón como el profeta, digo, si yo fuera un dios o algo así no andaría haciendo esa clase de cosas, porque pues qué hueva. Además de que atribuirle significados cósmicos a las cosas que nos ocurren es restarle méritos a los esfuerzos que invertimos en forjar nuestro camino, haya resultado encantador o pésimamente malo. No hablo metafóricamente, "el profeta" es un amigo nuestro, muy picarón.
Lo que les iba a seguir comentando está ya dicho en este otro post, así que... pues ahí le pueden complementar. Para las coincidencias, de esas divinas, cósmicas, zombies y así, sólo debemos dejar de pensar por un momento que el mundo gira al rededor de nosotros. Pensar que lo que vamos obteniendo en el camino es el fruto de lo que hemos cosechado, de nuestros actos, pues. O, en su defecto, pensar que el mundo, en efecto, gira alrededor de nosotros y que todo lo que pasa es porque el resto de la población lo planea minuciosamente porque se muere por estar con nosotros, o porque todos matarían por procurar nuestro bienestar y nuestra valiosa felicidad sin anteponer la suya, haciéndonos creer de una manera muy romántica y divertida que el cosmos se unió en nuestra lucha por conseguir lo que queremos. Ok, ahora me dispongo a desear con todos mis superpoderes en unión con los superpoderes del cosmos que mi ventana se cierre sola, qué pinche frío, wee. Luego les platico si se cerró, me imagino que esto de la deseada y el cosmos, y el corazón del zombie necesitan mucha concentrancia.
¿A qué viene todo esto? Ah pues que me acordé de un animal ingenuo que pensó que escribía para/por/de él.
¡Jajaja! Baboso.
Ustedes deberían platicarme una de sus historias de esas bien locochonas cósmicas místicas del mal, hagamos de este espacio un espacio más interactivo y así, ya saben. Compartan sus vivencias, chicos.
Besos, los amo mil, wee. Menos a ti, baboso.
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