jueves, 24 de noviembre de 2011

Te voy a escribir algo.

Te voy a escribir algo sólo porque no me distraes en este momento y tengo la necesidad de que ocurra, entonces recojo los pedazos de las historias tan comunes que nos hemos estado escribiendo, las pongo en la mesa y las empiezo a armar. Los ordeno por importancia y me reclamo la poca importancia, ojalá me importaras, ojalá me importaras un poco más. Dejaría los libros abiertos, metería una cobija a la maleta y una botella de whisky, dejaría los óleos destapados y el solvente regado en el piso del cuarto olvidado porque me fui contigo; dejaría todas esas cosas que importan aunque no me lo hayas pedido.
Si quisiera querer tomarte de la mano y llevarte para que me lleves a París, al concierto, a la cuadra siguiente, el mundo no sabría en qué catálogo poner este cariño de espejos; de Narciso complaciente, de, al parecer, nada realmente.
Le dijeron a Ícaro: no vueles hacia el sol porque te vas a quemar. Cuenta la leyenda que hay incendios que acaban bien; supongo que habrá que esperar.

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