martes, 10 de enero de 2012

El absurdo. B

-Me duele bastante la cabeza.
-¿Qué cabeza?
-La de ayer, no la soportaba.
-Eso pensé. Cuando te vi hablando con ella vi que hacías un esfuerzo casi sobrehumano por no ponerle las manos alrededor de su perfecto, alargado y blanco cuello.
-Es estúpidamente hermosa, hermano. Ya no sé qué hacer, me duelen los ojos cuando la veo, me quema la piel cuando me toca, no la soporto.
-Mátala.
-Lo he pensado muchas veces, sólo que no me decido. Sencillamente no entiendo cómo puede andar así tan tranquilamente ondeando su hermosura por el mundo, esa mujer debería estar encerrada tras un vidrio de veinte pulgadas de grosor y exhibida en un museo de artes oscuras. Al principio, cuando la vi caminando afuera de tu casa, quise ponerle un biombo que la cubriera, parecía tan frágil.
-Y luego un hola y te destruyó. El del biombo tendrías que ser tú.
-Ya lo sé, me aplasta el orgullo y la razón la muy maldita. Esa clase de seres no deberían andar sueltos.
-¿Y cómo va el plan?
-Lo he pensado bastante, tengo el pretexto de invitarle una copa y verter en ella las gotas que el padrecito nos dio.
-¡Jaja! Ese padrecito, ¿cómo lo convenciste?
-No tuve que hacerlo, sólo le he dicho sin exageración alguna la clase de perverso ser que es esa mujer; cómo me eriza la piel cuando me sonríe, cómo lo dormido se despierta con sólo verla caminar.
-Si supiera que sólo lo utilizas. Entonces lo harás... ¿cuándo lo harás?
-Tenía tachado ya el día en el calendario, primero de febrero, no es un día en especial, a nadie le importa el primero de febrero, entonces lo olvidaré.
-En dos días.
-Así es, aunque quizás lo posponga un poco, me ha invitado al cine.

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