viernes, 5 de noviembre de 2010

Vamos a escribir una historia basada en hechos meramente ficticios, sacados de plenos daydreamings, 100% imaginación.

Hay gente que basa su felicidad en la considerable cantidad de cosas entre las que puede decidir. Pueden decidir si llevarse el coche o la camioneta, si pasar el fin de semana en la casa de Ixtapa o en la de Cuernavaca, pueden decidir si llevarse tennis o zapatos. Esas decisiones son sencillas; somos un buen de banda pues la camioneta, no quiero que me cuelguen de un puente pues Ixtapa, andaré por caminos sinuosos llenos de tierra pues obvio los tacones. Eso no es problema...
Ahora, no tengo coche, no tengo casas en otros lados y nomás traigo este par de chanclas y mi pijama, ps me quedo en mi casa. Nada que elegir, lo más fácil ever.

Pero de pronto te encuentras entre besos de un lado y patadas de ahogado en otro; te encuentras queriendo estirar tu mano para que se suba a tu balsa cuando de pronto el ahogado agarra su lanchita de motor y se va indignado pues no es el que va a estar esperando como lo has hecho tú por días este medio año. Confusión irreal, porque no estás confundido, quisieras estarlo, sabes lo que elegirías si el ahogado no se hubiera ido volando. Mejor no tener ahogado, o no tener besos. Mejor tener amigos imaginarios.

Pero ya decía mi papá cuando no me dejó hacer examen en la naval... "No hay como elegir cómo quieres actuar, en ese lugar vas a ir a cumplir órdenes, vas a hacer lo que quieren que hagas, jamás lo que quieres hacer."

Y de pronto te encuentras aquí, dedicando fregmentos de un Used to be cuando en realidad sólo quieres decirle, como mil veces lo has hecho indirectamente, Would you be my long time?

Yo soy las patadas del ahogado.


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