sábado, 8 de octubre de 2011

Siempre tú, por capricho de la vida, de la costumbre, del recuerdo feliz encontrado bajo la montaña de recuerdos indiferentes y tristes. Ya ni eres tú, eres solo recuerdos.
Individuo de los ojos tristes, de las ojeras de estudio, copas, cuerpos y soledades. De música y letras, de primaveras e inviernos de escalones predestinados. Qué le hacemos si no existes, si eres sólo recuerdo.
Quizás me serviste de consuelo un par de veces, pero no entiendo por qué las penas grandes y las bobadas se empeñan a querer entrar por tus oídos inexistentes.
Y no existes, nadie lo hace.
Todos en algún momento de la vida que no poseen se han imaginado a la misma vida como un sueño, que en realidad están en coma y esa vida que viven es un sueño de un comatoso profundo al que sus familiares le leen libros de Borges y ahí va él imaginándose en su casa laberíntica mientras los demás lo piensan víctima y él lo sabe nirvana.
Los chicos de Andrés Calamaro no es la mejor de ese disco, aunque he de admitir que la emoción que presenté cuando la escuché no fue fingida. Uno no puede engañar a los recuerdos, porque a quien se podía engañar era solo a los físicos, ahora inexistentes, por eso aunque yo aquí hable de que no existes sé que seguro me estás leyendo uno de esas pésimas novelas que tanto le gustan a los recuerdos, o desconectando el alegre aparato de este tu comatoso incrédulo.
Pero, ¿ves?, no existes.

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