Un día, no recuerdo cómo, coincidimos en un cuento a mitad de la calle y nos sentamos en ella juntos. Me aproveché un poco del viaje, siendo tu sonrisa la culpable, te conté parte de mis historias, tú me contaste las tuyas, y juntos completamos algunas. Al final no supe ya en qué quedó la suma.
Estaba hipnotizado con tu fluidez al hablar, con la claridad de tus ideas y ese tono de voz tan especial.
-Pues esa es mi historia -me dijiste mientras me mirabas con tus ojos tristes. -Me gusta tu historia -respondí yo asombrado por lo peculiar que era, pensé en lo mucho que deseaba que se fragmentara como en Las mil y una noches, pero en vez de mil que fueran muchas, tantas que no nos alcanzaran las noches para ser contadas- aunque... la verdad preferiría que no me la contaras, prefiero, sinceramente, que escribiéramos la continuación juntos, si no es mucha molestia.
Sonreíste, no sé si porque sí era mucha molestia o porque quizás no lo era tanto. Si supieras el miedo que desde ese primer día tenía de que te fueras. Sentí el roce de tus dedos en mi mano, y después de eso, como si fuera una maldición, ya nunca pude olvidarte.
Usdii agradece a Israel por su contribución.
In love!
ResponderEliminarY serán muchas más de mil y una...lo sé...
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