sábado, 17 de diciembre de 2011

Cartas a C, I.

I'm giving up-
Ha sido un episodio desbordado de una suficiencia importante. Ya no se espera nada relevante. A estas alturas del partido, mira qué telenovelezco, sé que no soy yo la que vino a voltear tu mundo, y eso no es lo inconveniente, no soy tan soberbia para pensar que tengo el potencial para hacerlo, bueno, sí, pero qué importa, no sales una noche de lluvia con las manos extendidas al cielo para deshacer las gotas de lluvia, sino para mojarte, y el primer hecho es resultado del segundo. 

Supongo se me inundó el alma con las sobras de tu atención prestada, mira qué bonito que con eso haya sido suficiente. En cambio, yo no pude deshacerte ni una gota, es como si me traspasaras prefiriendo reventarte en el suelo, absorberte en la tierra, y no te lo condeno, al contrario, qué bueno.

Y yo estoy aquí siendo sólo un admirador de tu hermosura, un espectador del infinito, de esos que miran al horizonte mientras se les pierde el sol que luego al día siguiente aparece; y aparece, y vuelve aparecer. Y siempre vuelve, siempre está ahí, en forma de letras, de paredes pintadas con frases obscenas, en poemas arrancados de la pared que alguna vez los resguardó; en cuadros que cuelgan por compromiso y cordialidad en vez de ser guardados con celo, en habitaciones que me tienen como recuerdo antes aún de que me haya ido, en desconciertos por las canciones dedicadas que han sido asesinadas con la indiferencia de ni siquiera haber querido ser encontradas y mucho menos encontrarse en ellas, en los juicios, en el querer ser entendido siempre y jamás querer entender. 

He jugado lo suficiente con el fuego. Una vez estuve a punto de quemarme, pero tenías que frenarme con ese amor cobarde, y ahora que me arrojo al fuego en un acto suicida buscando una renovación, buscando que el fuego me empape las entrañas, ahora que nadie me frena, que nadie me ve, noto que no me quema, no me calienta las manos frías siquiera, veo que a ti no te importa, que a nadie le importa, y que tampoco le doy importancia yo. 

Ojalá esa ilusión de fuego sirviera aunque sea para evaporar las lágrimas que aparecen burdas, toscas, resbalando gordas sobre el almohadón, pero estoy inmersa en el fuego que pensé que vivía en ti y, al contrario, brotan en borbotones las gotas de agua, mira cómo surjo del diluvio, cómo me despojo de los restos de ti, cómo me salvo de la inundación.

¿Qué más queda?
Qué más sino sombras viejas del monumento, ahora en ruinas, que alguna vez se construyó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario