Se lo va a agradecer el corazón.
Fausto.
"Estoy cansado de estar vivo, aunque más cansado sería el estar muerto." -Luis Cernuda.
¿Usted ve alguna salida?
Lo que es yo, por mi parte, no la veo.
Hay gente que entiende lo que está pasando, pero se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ese es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera para cambiar un país de bolsillo como éste. Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una especie de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la verguenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día que sientas asco de tu propia pasividad, ese día te convertirás en algo útil.
A mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por la noche. De distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la madrugada con varios estruendos en cadena, era casi una costumbre. Hasta los niños se hacían a esa rutina.
Un amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una noche en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento, y su hijo, de apenas cinco años, se despertó sobresaltado.
"¿Qué fue eso?", preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad: "Fue una bomba". "¡Qué suerte!", dijo el niño. "Yo creí que era un trueno".
Sinopsis
Un hombre realiza su trayecto habitual hacia el trabajo, inmerso en un sistema en el cual el uso de las personas como objetos es algo cotidiano.
Director
Santiago 'Bou' Grasso
Productor
Patricio Gabriel Plaza - Santiago 'Bou' Grasso
Productora
Opusbou
Guionista
Patricio Gabriel Plaza
Montaje
Santiago 'Bou' Grasso - Patricio Gabriel Plaza
Fotografía
Santiago 'Bou' Grasso - Patricio Gabriel Plaza
Música
-
Sonido
Patricio Gabriel Plaza
Dirección Artística
Santiago 'Bou' Grasso
-Átalo en corto.
http://www.ataloencorto.com/
Luego de 50 años trabajando de sol a sol, era lógico que cuando mi abuela se jubilara perdería la razón. Antes de tres meses la pobre Tere ya no tenía memoria. Nos desconocía a todos, hasta a su cuerpo, ahora llagado y de esfínteres rebeldes.
En el siglo 31, un antropólogo hallará en este blog una frase que demostrará que el DF del siglo 21 no era tan salvaje. El estudioso, que ganará el honoris causa, pronunciará solemnemente el enunciado:
“El DF es el clímax de la era digital”.
Todos aplaudirán, sin saber que, igual que Lascaux, y eso del “puto el que lo lea”, y las artimañas de Tito y su dinosaurio (que todos dicen entender a cabalidad), esa frase es un trabalenguas.
Y mientras los del futuro nos imaginan con wi-fi genital y blackberrys del IMSS, no sabrán de nuestra auténtica habilidad digital: el levantamiento del dedo medio (en horas pico), que en esta ciudad logra más que el GPS más avanzado.
Ruy Feben.
Instrucciones para llorar. Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Me preguntaste muchas veces ¿por qué nunca he sabido lo que quiero?
Salgo por las noches, a veces tomo mucho y otras veces nada, pero sí duermo mucho menos de las ocho horas que indica el promedio. Hace unos meses salí a cenar con algunos amigos, el menú ofrecía mas de 6 páginas de opciones y, como a todos, la decisión me costó mucho trabajo. Al final decidí escuchar con detenimiento las elecciones de los demás y repetí alguna de ellas.
Hace unos días buscaba un libro ahora fuera de edición, en las librerías de usado de la ciudad, encontré muchos libros interesantes pero no aquel que yo buscaba, al final llevé todos esos.
La última vez que nos vimos, tú huías de mí y yo te perseguía como en un juego, para eso siempre son necesarios dos participantes y muchas veces yo he querido cambiar de papel.
Hoy he estado pensando mucho en las preguntas que me hacías y creo que una lista de respuestas honestas podría convencerte de que sé exactamente lo que quiero:
Me gusta el helado, en la mayoría de los casos pido uno de chocolate; prefiero definitivamente un expreso, dos cucharadas de azúcar; pasillo en lugar de ventanilla; naranjada y no limonada, agua mineral; los toros y el cine; tomar la foto, no salir en ella; México y Cuba, auque lo de Cuba es toda tu culpa; me gusta la ciudad, caminarla, sufrirla, beberla y atragantarme; el whisky, la cerveza también pero algo menos; el jugo de tomate y mejor revuelto con naranja; las plumas, los relojes y los anteojos, aunque sabes que ese gusto me lo heredó mi padre. Me gustan muchas cosas y sé que las quiero con una sola mirada, con un parpadeo.
La gente no está acostumbrada a estar sola; yo creo que simplemente nadie soporta platicar consigo mismo. Es una costumbre perdida, como jugar a las escondidillas o a los encantados o a esa cosa rara que se llama “chan-gai”.
La gente pierde sus costumbres, las pierde tal vez cuando se hace de unas nuevas o cuando las viejas ya no se pueden cumplir y entonces dejan de ser costumbre.
Para mí, ha sido difícil adoptar la costumbre esa de platicar conmigo todo el tiempo, sucede que tengo que reconocer a cada instante, en cada charla, que no me entiendo y eso, me molesta mucho. Creo que tú y yo nos entendíamos, algunas cosas nos molestaban a ti de mí y a mí de ti, pero las teníamos perfectamente bien entendidas.
A ti nunca te gustó que interrumpiera tu siesta, que dejara de llamar o que no me despidiera en cada viaje, que bailara con alguien más –aunque con alguien más siempre bailo mal; pero siempre tolerabas, y algunas veces hasta te gustaban, algunas de mis manías y de mis más extrañas o desagradables costumbres: las uñas largas de mis pies, mis domingos de malas fachas, y mi honestidad, esa honestidad que muchas veces te parecía brutal.
Creo que poco a poco fuimos compartiendo nuestras costumbres, porque yo me dí cuenta, a veces poco a poco y otras muy de repente, de cómo iba repitiendo muchos de tus gestos, tus acentos, tus ademanes y hasta en una que otra ocasión me descubrí cargando algunos de tus aromas.
Ahora entiendo que sí es más fácil verte obligado a cambiar tus costumbres contra tu voluntad. Yo he tenido que dejar algunas costumbres, ¿tú?.